Premios de montaje, un dilema con difícil solución
Por Verónica de Cata, Jimena García Molt y Lucía Torres Minoldo

Desde EDA hace varios años que participamos en diversos festivales nacionales entregando un Premio al Mejor Montaje. Buscamos darle visibilidad y reconocimiento a nuestra profesión, y por supuesto a lxs editorxs.
Nuestra participación como juradas nos llevó a charlas informales entre nosotras, que derivaron en esta nota. Desde nuestra experiencia, quisimos compartir algunas reflexiones en torno a la tarea que asumimos cuando nos tocó estar en ese lugar junto a otrxs colegas y la responsabilidad que implica.
Las primeras preguntas que aparecieron fueron:
-¿Cómo se hace para separar mejor película de mejor montaje?
-Una buena película, ¿puede tener un mal montaje?
-Una mala película, ¿puede tener un buen montaje?
-¿Cómo saber cuando el montaje fue decisivo en la forma final de la película sin tener una charla con lxs montajistas sobre su experiencia en el proyecto?
Partiendo de estas dudas esenciales sobre nuestro rol, y sumando nuestras experiencias como editoras, sabemos que cada película es única. Desde las que se “descubrieron” en la sala de montaje, o reestructuraciones de guión -decisiones cómo hacer desaparecer a un personaje o una línea narrativa entera-, hasta películas donde el guión y la dirección ya funcionaban tan bien que nuestro trabajo era potenciarlo.
Vemos a la edición como una tarea creativa, técnica y colectiva pero también dependiente del vínculo que se genera con quien dirige, con el equipo de trabajo que se arma en esta etapa. Son tantas variables que muchas veces no se puede delimitar dónde termina la labor de unxs y de otrxs, los aportes, las miradas, los descubrimientos que se dan en la sala de montaje con la mirada de la pieza final.
¿Cómo saber cuando el montaje fue decisivo en la forma final de la película sin tener una charla con lxs montajistas sobre su experiencia en el proyecto?
Quizás como editoras lo que podemos analizar en una película terminada es la estructura, el ritmo, la construcción de los personajes, los cortes, la emoción que logra generar. Pero ahí se nos abre otro dilema, ¿lo valoramos desde una estructura clásica? ¿Todo relato encuentra en la estructura clásica la mejor forma de contarse? ¿O generar emociones, atrapar los sentidos de lxs espectadorxs es más importante que cumplir con las reglas de montaje? Seguimos abriendo dilemas…
No pudimos llegar a ninguna conclusión, solo coincidir en que lo que más nos interesa es que la pieza audiovisual nos conmueva. Sentirnos tocadas por eso que vemos, ya sea por la historia, por la forma, por la irrupción de algún elemento inesperado… y ahí entra en juego la subjetividad de cada unx, pero también es en este punto, el de conmover, cuando el montaje despliega sus recursos.
Entonces, ¿por qué damos premios de montaje? Para visibilizar nuestra profesión, para echar luz sobre quienes hacen su aporte desde el rol que asumieron, para jerarquizar la profesión que amamos y evidenciar a las piezas audiovisuales como un arte colectivo que tiene el objetivo en común de contar una historia que conmueva a alguien.
Si sos socix de EDA y te interesa participar como juradx en alguno de los premios que damos en festivales, podés escribir un mail a festivales@edaeditores.org