Carta al director

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Querido Emiliano, 

La memoria es muy extraña y selectiva. Es montaje puro. 

Hay un pasaje de mi vida que nunca voy a olvidar porque fue una gran revelación. 

Sucedió en un semáforo. Yo volvía a casa después de un día intenso de trabajo. Era viernes y ese día viniste a la isla después de una jornada larga de rodaje. 

No podías venir mucho mientras rodaban, era imposible. Y además no te lo pagaban.

Pero vos eras un apasionado y esa noche habías venido a trabajar en una escena en particular. Una escena difícil que te carcomía. Había algo que no se había logrado en el rodaje y vos lo sabías. Necesitabas verla y trabajarla. 

Con lo que te quedaba de energía después de esa semana agotadora de trabajo en el set, me preguntaste si yo estaba con ganas, tiempo y energía ese viernes a la noche para encararla. 

Eso implicaría quedarme en la isla más allá de mi horario. 

Te dije que sí, porque quería hacerlo, pero además, porque la empresa me pagaba las horas extras  (lo importante de las horas extra es poder elegir realmente si querés hacerlas o no, y también que sean remuneradas según marcan los sindicatos).

Pediste una pizza y nos pusimos a trabajar. 

Nos divertimos mucho, dimos vuelta toda la escena, le fuimos encontrando la gracia y nos reímos muchísimo. Logramos que algo que no había funcionado, probablemente por falta de tiempo en el set, funcionara en la isla. 

Pasaron tres o cuatro horas, no recuerdo, pero el tiempo se me pasó literalmente volando.

Ese día aprendí y sobre todo sentí, algo muy importante para nuestra profesión que tiene que ver con la percepción subjetiva del tiempo, y el vínculo entre el tiempo y la pasión de hacer lo que nos gusta. 

Al terminar, camino a mi casa me agarró un semáforo. Frené, puse el pie en el cordón esperando que el semáforo cambie. Me sumergí en mis pensamientos, como haciendo un racconto de lo que habíamos hecho esa noche. 

El semáforo fue eterno. Sentí que duró mucho. 

Cuando se puso en verde, volví en mí, puse el pie en el pedal y arranqué. 

En ese momento tuve una percepción del tiempo muy extraña. 

Como si el tiempo se hubiera estirado. Como si ese semáforo hubiera durado horas.

¿Cómo era posible que en un mismo día, 3 ó 4 horas pasaran volando y un semáforo de apenas minutos, fuera eterno? ¿A qué se debía ese efecto acordeón en el tiempo? (Loli Moriconi habla de la estructura del tiempo como acordeón en el libro La Primera Mirada (EDA, 2021).

Ese día aprendí y sobre todo sentí, algo muy importante para nuestra profesión que tiene que ver con la percepción subjetiva del tiempo, y el vínculo entre el tiempo y la pasión de hacer lo que nos gusta. 

¡No siempre tuve la suerte de aprender tanto junto a un director! 

Gracias por eso.

Abrazos,

Emilia

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