La creación atemporal

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Guillermina Gala Chiariglione y Carlos Cambariere

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Guillermina Gala Chiariglione y Carlos Cambariere

Me acuerdo cuando nació la idea de hacer esta película hace unos 10 años atrás.

Acababa de terminar la carrera de montaje en la ENERC y tenía muy claro que quería que fuera una película que se escribiera en un timeline. Sin mucha idea al inicio de qué significaba eso, proyectaba la utopía de instalarme varios y largos meses para filmar en Puerto Paraíso,  un lugar mágico inmerso en la selva misionera, que por su encanto me cautivó al instante. Y desde la visualización del material, pensaba ir encontrando las historias, los gestos, los indicios.

Está claro que esa idea estaba demasiado lejos de todo presupuesto de una ópera primista, pero sin embargo ese deseo, esa pulsión inicial sucedió y puedo afirmar que es una película que nace, crece y se cierra en una isla de edición.

Guillermina Gala Chiariglione, directora y editora

Así, el documental  se rodó entre seis amigos y cinco visitas. 

La primera fue en el 2015. Ese año no teníamos nada más que el personaje principal, Leonel, junto con una energía formal a explorar y una claridad de acciones tan precisas y contundentes, que estaban por encima del fondo y  que no solo le darían el nombre y la escena de inicio al documental: “El Creador”, sino que también fueron las que le dieron una impronta clave a la esencia formal de la película. Pero eso solo lo supimos hasta el final del proceso.

En el 2018 y 2019 volvimos a Puerto Paraíso, pero esta vez teníamos la urgencia de hablar sobre cómo el turismo y el avance tecnológico amenazaban con terminar con lo característico de este pequeño lugar en la selva misionera. Esta idea también hizo que cambiáramos nuestra  forma de filmar, que era una mezcla entre la observación y la incitación para que se hablaran sobre esos temas; a su vez decidimos agregar más personajes para que le den sustento a esta nueva línea argumental. Una tesis que luego se cayó por completo. 

Todo esto generó una búsqueda exhaustiva en la isla de edición, ya que los mismos personajes no parecían tener el mismo conflicto que nosotros habíamos planteado. Lo que me hizo encontrarme con una película que hablaba sobre otra cosa, sobre lo simple y lo cotidiano, sobre el amor y la comunidad que era la magia que rodeaba a Leonel. O al menos eso creía en el 2020, cuando pensaba que se iba cerrando el corte final de la película. Pero en el 2021, absolutamente todo cambia cuando me entero que el protagonista se suicida.

“Hay en el cine toda una parte de imprevisto y misterioso que no se encuentra en la otras artes. El cine es esencialmente revelador de toda una vida oculta con la que nos pone directamente en relación, pero esta vida oculta es preciso saberla adivinar (...) El cine simple tomado tal cual es en abstracto expresa las cosas del pensamiento, de la consciencia.” (Antonin Artaud, (1949) "Brujería y cine". (1961-1964) El cine. Madrid, Alianza Editorial. 2002)

Por aquel entonces yo venía atravesando las heridas que había dejado el suicidio de mi mamá, investigando todo mi material de archivo que tenía con ella y poniéndolo en una línea temporal para hacer un cortometraje que se llamó “Me.Moria”. La coincidencia de esos dos suicidios, se me hizo tan absurdo, como existencialista. Tenía dos opciones: o fingir demencia, o hacerme cargo de que el cine y la propia vida forman, al final de cuentas, una misma consciencia de creación. El tiempo se confundió por completo, la vida parecía un loop cíclico, las historias se mezclaban y “El Creador” ahora estaba entre dos historias: la mía y la de Leonel.

Tardé bastante tiempo en volver a abrir el proyecto, pero una vez abierto no hubo vuelta atrás. Todas las imágenes filmadas ahora tenían otro significado. 

Me acuerdo cuando me encontré con una escena grabada exactamente un año atrás del suicidio del protagonista, en el que se ponía una camisa roja frente al espejo para ir a una fiesta. Veía esa camisa roja y la analogía a esa decisión de muerte era demasiado contundente. El proceso se hizo duelo y el duelo proceso de imágenes, mensajes, recuerdos y nostalgias. Seguía hurgando entre las diversas historias y ahí aparece Leonel cantando un tema en donde la canción decía: “Guillermina, sos el testigo de mi adiós”.  

Le daba play, retrocedía, adelantaba, la miraba una y otra vez y un río de lágrimas se mezclaban en mi cabeza con un sin fin de preguntas. Las imágenes fluían como ese salto paraíso, confusas, disrumpiendo todo tiempo y espacio.

“Hay en el cine toda una parte de imprevisto y misterioso que no se encuentra en la otras artes. El cine es esencialmente revelador de toda una vida oculta con la que nos pone directamente en relación, pero esta vida oculta es preciso saberla adivinar (...) El cine simple tomado tal cual es en abstracto expresa las cosas del pensamiento, de la consciencia.” (Antonin Artaud, (1949) "Brujería y cine". (1961-1964) El cine. Madrid, Alianza Editorial. 2002)

Así fui avanzando uniendo y armando escenas desde lo emocional, desde lo sutil, desde eso que subyace a una primera comprensión. Pero el armado era demasiado críptico y no se hacía cargo de nada. Conforme iban pasando las emociones por el cuerpo y las imágenes por el alma, la mente iba logrando darle más sentido narrativo a las historias. Así llegué a un nuevo primer armado en el que estaba decidida que mi historia, mi material de archivo se mezclara con ese paraíso misionero, para poder hablar de este tema con el mayor amor, respeto, entrega y sinceridad. 

Por esas causalidades de la vida, al terminar este último corte, me encuentro con un gran amigo montajista, Carlos Cambariere, y me dice que le gustaría ver el armado. A los pocos días nos juntamos en su isla a charlar y empiezan a surgir un montón de ideas posibles y contundentes sobre esta historia. Justo había algo de presupuesto, así que sin pensarlo le pregunté si quería y podía editarlo él. Yo ya estaba demasiado metida en la historia y era clave y fundamental una mirada externa; pero por sobre todo, un amigo con el que poder dialogar, pensar, debatir desde esa máxima comprensión sobre todo lo que este universo representaba. 

Carlos Cambariere, editor

Así que ahí arrancó la última etapa de edición con el gran Charly, quien escribe a continuación:

Trabajar con amigos tan cercanos es un privilegio que pocas veces se tiene y “El Creador” fue una de esas oportunidades hermosas. Después de que terminamos de visionar lo que en su momento era el último corte de la película, estallamos en un frenesí de ideas de cómo podría rearmarse la misma. Esa noche nos despedimos y quedé con la sensación de que le había “quemado la cabeza” con propuestas fantasiosas pero sin demasiada tierra. Pocos días después Guille me propone si quería intentar plasmar algo de todas esas ideas en un nuevo armado, lo cual me puso en un “problema”; ahora debía traducir en imágenes y sonidos algo de toda esa habladuría entusiasta.

Lo más importante a trabajar tenía que ver con lograr unificar las dos historias y los dos lenguajes audiovisuales; la historia familiar/personal de Guille íntegramente narrada con material de archivo VHS y su propia voz en off, y la del protagonista de Puerto Paraíso sostenida principalmente con un registro observacional en tiempo presente. Ambas se desarrollaban paralelamente pero sus puntos de conexión aún no estaban lo suficientemente claros.

En gran medida esa unificación se logró gracias a la titánica tarea de Guille de asumirse protagonista de la película; lo que implicaba una mayor exposición. Luego era encontrar la forma de jugar con ambos lenguajes. Teníamos que lograr conectar ese archivo VHS con el tiempo presente de la historia. Y ahí surgió la bella idea de trabajar el VHS como irrupciones involuntarias de memoria que asaltaban a Guille en su transcurrir por Puerto Paraíso. La nueva realidad constantemente traía de vuelta su pasado de forma aleatoria, pero con conexiones profundas y sutiles con ese tiempo presente. Por momentos parece que son recuerdos de los propios personajes de ese paisaje misionero, pero al mismo tiempo son los recuerdos de la directora-creadora, provocando una mixtura donde se diluyen los límites de ambas historias.

Por último, lo que más disfruté trabajar fue el tono fantástico de la película. Algo que era evidente en el material filmado, ya que la selva siempre tiene esa aura mágica, y que sin duda estaba potenciada por la mirada de Guillermina, pero creo que terminó de encontrar su forma más elevada a través del montaje.

Traer de la muerte al protagonista y hacerlo deambular como espíritu por aquellos parajes misteriosos, y a su vez hacerlo intervenir en la vida de los vivos mientras lo recuerdan, fue algo que se logró usando materiales que en su momento fueron registrados para circunstancias muy diferentes; básicamente porque nadie esperaba la muerte de Leonel, el protagonista. Creo que ese elemento terminó de darle un sentido espiritual al tono del documental y a su vez conectó las dos historias de forma muy profunda, trayendo a la luz el verdadero sentido de esta narración.

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